Terapia de grupo para personas con Trastorno obsesivo compulsivo

 

Hace años, la primera vez que realizamos una terapia de grupo encaminada a ayudar en el tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), nos embargaba una cierta inquietud debido a que, en teoría y según se decía, el TOC era la bestia negra de la psicología. Después resultó no ser tan bestia. A nuestro favor teníamos la experiencia de que la persona que padece este trastorno se encuentra solo en su peregrinar por la vida. Es el gran incomprendido. Nadie le entiende, ni siquiera los más allegados: padres, maridos, mujeres, hijos, amigos, etc. Llega un momento en que la persona en cuestión no se atreve a comentar su mal porque, a priori, sabe que le van a decir: “son tonterías, no pienses así, deja de pensar…”

Es sabido que el TOC se caracteriza porque quién lo padece tiene pensamientos recurrentes, absurdos y que vienen a la mente de forma insistente, que no tienen fin. Los obsesivos, por otro lado, suelen tener una capacidad intelectual superior a la media. Saben que sus pensamientos son absurdos, pero no los pueden evitar. Si a esto se añaden las manías, los rituales o las compulsiones que realizan para intentar tranquilizarse y eliminar la ansiedad que produce el pensamiento obsesivo, suman elementos para que la incomprensión por parte de los suyos sea aún mayor.

¿Cómo puede alguien explicar que tiene que levantarse tres, cuatro o dieciocho veces de la cama para comprobar que ha apagado la luz del cuarto de baño?

 ¿Cómo puede justificar que tiene que lavarse las manos cincuenta veces o más, al día, para eliminar un posible contagio a pesar de tener sus manos llenas de grietas?

¿En qué puede basarse otra persona, por supuesto padeciendo un TOC, para que todos sus actos tengan que ser repetidos, dos, cuatro, seis, ocho… veces, siempre pares?

¿Cómo otro puede quedarse parado en una calle, dudando si camina a la derecha o a la izquierda porque su pensamiento le dice que si camina a la derecha puede morir su hijo y, por el contrario,  si se dirige a la izquierda puede ser su hija?

Y así un largísimo etcétera que le hace sufrir durante días, semanas, meses, años… Y siempre solo porque nadie le va a entender. Se siente solo, incomprendido, raro, único y desesperanzado porque con nadie puede compartir su dolor.

¿Por qué, entonces, una terapia de grupo es efectiva?

 En primer lugar, porque se hace una selección previa para determinar los integrantes de la terapia, con el fin de formar un grupo homogéneo (pensamientos absurdos, irracionales y repetitivos, acompañados de sus correspondientes compulsiones). En segundo lugar, porque se tratará de un grupo pequeño a fin de que todos ellos puedan participar, siempre.

Una vez determinado el grupo, se encontrará cada uno de ellos, con otras personas que tienen exactamente lo mismo que él: pensamientos similares, no poder cortar el pensamiento, análisis continuado del tema o temas preocupantes y  todos esos rituales o compulsiones que les limitan su vida y que desgraciadamente, en algunas ocasiones, sirven de escarnio o burla para los demás.

Es decir, en la terapia de grupo se elimina absolutamente el sentimiento de soledad y de incomprensión. Todos se sienten reconfortados, ayudados, comprendidos y motivados porque todos son uno. Van a aprender a dirigir sus pensamientos, tal como el psicólogo clínico les vaya indicando. Todos hablan el mismo idioma.

¿Recordáis el cuento de El Patito Feo de Andersen? Era supuestamente un pato diferente en todo, al resto de los integrantes de la comunidad en la que vivía. Los demás se burlaban de él precisamente porque era diferente. Él huyó del lugar porque no podía sufrir la soledad y la incomprensión de los que le rodeaban. En su huída tortuosa encontró otra comunidad en la que sus miembros eran iguales a él. Eran cisnes. Ya no estaba solo. Ya no era un incomprendido.

La persona que sufre un TOC es el patito del cuento de Andersen, que no es  un pato en realidad. Tiene una capacidad intelectual alta, no el raro y bobalicón que le han atribuido los que no entendieron su comportamiento. Cuando haya superado su trastorno, con la ayuda de la terapia grupal, pasará su factura, no con revanchismo y prepotencia, sino con humildad. Estará deseoso de ayudar al resto de las personas  y convencerlas de que hoy están solas como él estuvo ayer, pero mañana, con toda seguridad, se habrán librado de la tiranía absurda de los pensamientos irracionales y de las compulsiones limitantes. Habrán aprendido a tener un sentido de vida y una motivación.

Volverán a verse cisnes porque siempre lo fueron.

A partir del mes de abril, reanudaremos estas terapias.

Miguel García Herrero.